En una
habitación blanca, sin ventanas ni puerta, dos personas se miran fijamente.
Jesús sostiene un revolver en su mano derecha.
—No me
dispares por favor.
—No lo
haré.
—Eso
no depende de ti.
Ambos
miran al unísono hacia el techo. No depende de ellos. La mano de Jesús se
levanta sin él quererlo y su dedo índice cada vez aprieta más el gatillo.
—Lo
siento.
—No te
preocupes. Ya lo dijo Chejov, cuando en una historia aparece una pistola, ésta
debe ser disparada.
Realmente sorprendido por la extencion. Parace un buen inicio, por el final claro. Borges lo usaba, asi que es un metodo valido. jaja te agradeceria que me devuelvas mi tiempo invertido en tu blog hacia el mio jaja Saludos!
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