Hay demonios interiores que te obligan a hacer determinadas cosas y demonios exteriores, también llamados amigos, que no te obligan a nada pero te incitan a hacer locuras. Aquí está la mía

viernes, 8 de marzo de 2019

Convaleciente


—¿Te acuerdas cuándo corríamos por estas calles persiguiendo gatos?


Retiró la cortina para observar por la ventana el callejón sin salida que desembocaba en aquel camino de piedras donde vivía Marcial, el viejo cascarrabias que se quedaba con todas las pelotas que se osaban saltar su tapia. Tenía un pequeño huerto de hortalizas y un par de árboles frutales. Vendía la mercancía para ir tirando con lo justo, mientras decía que la vida siempre había sido así y nadie lograría cambiarla. Razón no le faltaba.

—Desde aquí veo el sauce donde grabamos nuestras iniciales. Todavía cierro los ojos y nos veo escondidos entre sus largas y caídas ramas. ¿Te acuerdas?

La huesuda mano se movió levemente tratando de llamar su atención para que se acercara. La agarró con fuerza como quien intenta que algo no se les escape aun sabiendo que es imposible retenerlo. Los ojos hundidos se entrecerraron. Sin fuerzas para hablar, eso le bastaba para saber que lo que oía era de su agrado.

—Aún hay días que cierro los ojos y nos veo con una espada de madera luchando. Tú dices que eso es de hombres y yo te digo que es bueno que una mujer sepa defenderse. Entonces sueltas la espada, te acercas a mí y agarrando el cuello de la camisa me dices que si de verdad pienso que necesitas aprender a defenderte. Sonrojando y un poco atemorizado respondo que no y al soltarme me llevas de la mano hasta tu casa para jugar a las casitas. En el fondo fui tonto al irme de aquí. Nunca debí dejarte.

Los ojos se cerraron pero el pecho seguía hinchándose al coger y expulsar aire. Seguía con vida aunque los médicos habían dicho que si pasaba el día de hoy era un milagro. Toda su familia esperaba que llegase el momento que acabara con su sufrimiento y él lo único que quería era alargarlo al máximo para poder disfrutar más tiempo con ella.

—Lo primero que pensé al ver el prefijo del pueblo fue que mi hermano quería vender la casa y me pedía permiso para ello. Pero nunca pensé que sería para esto. Nunca imaginé que como yo, me seguías teniendo en tu recuerdo. Un recuerdo que demuestra que cualquier tiempo pasado fue mejor y contigo más. Aquí lo tenía todo y lo perdí al irme. Perdóname.

Una lágrima recorrió el consumido rostro. El pecho dejó de hincharse y la mandíbula se le abrió un poco. Pasó una hora y allí seguía agarrado a la fría mano. El médico lo alentó un poco y separó sus manos. Era hora de llevársela. Cuando dos almas gemelas se separan dicen que suena un crujido en el interior de sus cajas torácicas. Allí, al separar sus manos, ningún sonido hizo acto de presencia. Éste se produjo mucho tiempo atrás y aunque lo hubiese sentido, perfectamente lo podría haber confundido por un hormigueo de emoción al abandonar el pueblo que lo vio nacer y conocer el amor verdadero.

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