—¿Te
acuerdas cuándo corríamos por estas calles persiguiendo gatos?
Retiró
la cortina para observar por la ventana el callejón sin salida que desembocaba
en aquel camino de piedras donde vivía Marcial, el viejo cascarrabias que se
quedaba con todas las pelotas que se osaban saltar su tapia. Tenía un pequeño
huerto de hortalizas y un par de árboles frutales. Vendía la mercancía para ir
tirando con lo justo, mientras decía que la vida siempre había sido así y nadie
lograría cambiarla. Razón no le faltaba.
—Desde
aquí veo el sauce donde grabamos nuestras iniciales. Todavía cierro los ojos y
nos veo escondidos entre sus largas y caídas ramas. ¿Te acuerdas?
La
huesuda mano se movió levemente tratando de llamar su atención para que se
acercara. La agarró con fuerza como quien intenta que algo no se les escape aun
sabiendo que es imposible retenerlo. Los ojos hundidos se entrecerraron. Sin
fuerzas para hablar, eso le bastaba para saber que lo que oía era de su agrado.
—Aún
hay días que cierro los ojos y nos veo con una espada de madera luchando. Tú
dices que eso es de hombres y yo te digo que es bueno que una mujer sepa
defenderse. Entonces sueltas la espada, te acercas a mí y agarrando el cuello
de la camisa me dices que si de verdad pienso que necesitas aprender a
defenderte. Sonrojando y un poco atemorizado respondo que no y al soltarme me
llevas de la mano hasta tu casa para jugar a las casitas. En el fondo fui tonto
al irme de aquí. Nunca debí dejarte.
Los
ojos se cerraron pero el pecho seguía hinchándose al coger y expulsar aire.
Seguía con vida aunque los médicos habían dicho que si pasaba el día de hoy era
un milagro. Toda su familia esperaba que llegase el momento que acabara con su
sufrimiento y él lo único que quería era alargarlo al máximo para poder disfrutar
más tiempo con ella.
—Lo
primero que pensé al ver el prefijo del pueblo fue que mi hermano quería vender
la casa y me pedía permiso para ello. Pero nunca pensé que sería para esto. Nunca
imaginé que como yo, me seguías teniendo en tu recuerdo. Un recuerdo que
demuestra que cualquier tiempo pasado fue mejor y contigo más. Aquí lo tenía
todo y lo perdí al irme. Perdóname.
Una lágrima
recorrió el consumido rostro. El pecho dejó de hincharse y la mandíbula se le
abrió un poco. Pasó una hora y allí seguía agarrado a la fría mano. El médico
lo alentó un poco y separó sus manos. Era hora de llevársela. Cuando dos almas
gemelas se separan dicen que suena un crujido en el interior de sus cajas
torácicas. Allí, al separar sus manos, ningún sonido hizo acto de presencia. Éste
se produjo mucho tiempo atrás y aunque lo hubiese sentido, perfectamente lo
podría haber confundido por un hormigueo de emoción al abandonar el pueblo que
lo vio nacer y conocer el amor verdadero.
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