Hay demonios interiores que te obligan a hacer determinadas cosas y demonios exteriores, también llamados amigos, que no te obligan a nada pero te incitan a hacer locuras. Aquí está la mía

martes, 15 de enero de 2019

La abuela nos lía la Navidad


—Ya está la abuela aquí y como siempre. ¡Mamá voy para arriba!

Subió las escaleras lo más rápido que pudo maldiciendo para sus adentros la abuela tan poco navideña que tenía.

—Mamá, que la abuela ha llegado —dijo abriendo la puerta del cuarto.

—¿Y qué problema tienes? —preguntó encerrada en el cuarto de baño.


—Pues que como todos los años ha venido en su Harley Davidson —dijo acercándose a la ventana, y observando lo que abajo ocurría continuó—: Y como todos los años ha vuelto a derretir los muñecos de nieve que habíamos hecho con los putos gases de su moto.

—¡Ese lenguaje! ¡Que es tu abuela! —Le corrigió su madre.

—Y para colmo, para variar un poco ha empezado a gruñirle al perro del vecino y éste ha empezado a ladrarle.

—¿Ha salido ya papá para tratar de meterla en casa?

—Todavía no. Imagino que estará avergonzado detrás de la puerta esperando a que los vecinos, asomados en las ventanas, vuelvan a su magnífica cena de Navidad y sepan que el alboroto es la vieja loca de los Ramírez ¡Mira! Ahí sale papá empujando a la abuela mientras sigue enseñándole los dientes al perro.

—¿Lleva el whisky?

—Sí, desde aquí llego a ver un crucifijo. —Su madre desde el cuarto de baño resopló—. El agua bendita y creo que la navaja suiza, no lo veo muy bien.

En la planta baja de la casa se empezaron a escuchar gritos y mucho movimiento. La abuela continuaba con su espectáculo.

—Por los gritos imagino que le habrá clavado al pollo el crucifijo boca abajo y lo estará rociando con agua bendita mientras con la navaja suiza dibuja un hexagrama en el parqué.

—Menos mal que ya hemos pedido uno nuevo y llega mañana. Todavía me acuerdo la semana que pasamos viendo el hexagrama todas las mañanas.

—Sí. Por cierto ¿te queda mucho en el baño?

—No, ya he terminado.

La puerta se abrió y la madre salió embutida en un traje de cuero con un escote de vértigo. El hijo cayó de rodillas a sus pies llorando.

—Pero… ¿Qué haces?

—Hijo si no puedes con tu enemigo únete a él.

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