—¿Pero
de qué formulas hablas?
—Pues
por ejemplo la teoría sobre la métrica de los agujeros de gusano que es
—Espera,
espera. Me estás diciendo que todo lo que estás haciendo lo basas en la
suposición de que los agujeros de gusano existen.
—Claro,
un agujero negro nos mataría a todos.
—Vale
—dijo pensativo rascándose el labio inferior—. Creo que vamos a empezar por lo
más básico.
—Venga
profesor no me vacile, ayer casi lo consigo.
—Es
verdad, ayer casi consigue dejar a oscuras a todo el barrio. —Rubén sonreía
orgulloso de su intervención.
—¿Por
qué no das otra cabezadita Rubén?
—Haya
paz —reclamó don Aurelio—. Volvamos al tema. A ver me estás diciendo una
fórmula que está al alcance de cualquier persona y que a mi humilde entender no
te lleva a ningún sitio. Creo que vamos a ir a lo básico. Para viajar al pasado
hay dos teorías que para mí son las más plausibles. Voy con la primera, imagino
que sabrás que el universo se mueve a una velocidad de 299.792.458 m/s y nada
puede viajar más rápido que el universo, aunque siempre he dicho que él que
hace la ley hace la trampa. Si consiguieras superar esa velocidad, cosa
imposible a día de hoy, podrías viajar hacia atrás violando la causalidad al
romper el espacio-tiempo pero muy posiblemente morirías. También hay otro
problema ya que algunos científicos entienden que el viaje al pasado es
imposible porque se producen paradojas temporales por lo que si conseguimos
realizarlo realmente no sería nuestro pasado sino un universo paralelo. La
segunda es más sencilla, dicho entre comillas claro, sería mediante la
ubicación de acontecimientos. Por ejemplo, para ir al día de tu nacimiento
necesitas la ubicación exacta de ese hecho por lo que necesitas cuatro números.
Tres de ellos describen la posición, serían latitud galáctica, longitud
galáctica y distancia desde el centro de la galaxia. El cuarto número es el tiempo
del acontecimiento y al conjunto de estas cuatro dimensiones se llama
espacio-tiempo. Entonces, y pongámonos un poco fantasiosos, mediante una
máquina de escaneo podrías viajar al pasado pero, ahora viene lo mejor, a una
velocidad de 1.000.000.000 de átomos por segundo la teleportación de todos los
átomos de tu cuerpo tardaría 200.000.000 de años. Lo siento pero este segundo
método es inviable. —Una sonrisa se dibujó en su rostro al ver la cara de
desesperación de Manolo—. ¿Algo qué quieras añadir?
—Sí.
Todo lo que usted ha dicho es muy bonito y lo ejemplifica como un gran profesor
pero no resuelve ninguna de mis dudas.
—No te
entiendo. ¿Qué quieres?
Manolo
entrecerró los ojos un poco, no podía decirle lo de la piedra. Esa maldita
piedra que cada vez que tocaba parecía decirle lo que tenía que hacer. La
primera vez fue en aquella fábrica cuando Rubén en un arrebato de testosterona
dijo a los compañeros de su clase que entraría y cogería algo para que lo
creyeran. No tuvo más remedio que ir con él cual Sancho Panza siguiendo las
locuras de un hidalgo un tanto desequilibrado. Su amigo se llevó un foco medio
quemado. Él estuvo rebuscando entre los restos calcinados cuando vio brillar
algo. No lo pensó mucho ya que Rubén lo avisaba a gritos de que el vigilante
iba hacia su posición. Tras una carrera que bien hubiese merecido una medalla
olímpica sintió la necesidad de buscar todo lo referente a viajes en el tiempo.
Allí empezó todo en esa maldita fábrica. Ahora tenía a un profesor de física un
poco flipado delante y no sabía cómo salir del atolladero, le empezaba a
parecer una mala idea.
—Manolo
di algo. ¿Estás bien hijo?
—Solo
un poco cansado.
—Mira
hijo, todos hemos tenido sueños. Yo a tu edad también quería ser alguien
importante en esta vida y que la gente viera mi nombre y se le erizara el
cabello de emoción. Pero son solo sueños. Piénsalo, de haber conseguido viajar
en el tiempo ya habrías venido a decirte a ti mismo que has tenido éxito.
¿Nunca te han contado la anécdota de la fiesta para viajeros en el tiempo
organizada por Stephen Hawking?
—No.
—Manolo se mostraba muy seco ante la dureza de su profesor.
—Pues
organizó una fiesta con globos, pancarta, champán, sándwiches y nadie se
presentó. ¿Cuál fue el problema? Mandó las invitaciones al día siguiente, y así
demostró que no se puede viajar al pasado.
Don
Aurelio sonreía levemente y Manolo lanzó una carcajada. Esa anécdota hizo que
los dos se relajaran.
—Yo
con tu edad quería ser piloto. Me hice un bólido de carreras y al arrancarlo
empezó a arder. Mi padre consiguió apagarlo con una manta. Cuando abrió el capó
descubrió que había echado la gasolina en el lugar del aceite y el aceite en el
lugar de la gasolina. Un simple error de colocación, un error ridículo que bien
me podía haber costado la vida.
—¡Claro!
—El grito despertó a su compañero—. ¡Un simple error de colocación! ¡Gracias
don Aurelio!
Cogió
la mochila y salió corriendo del aula. Rubén le dio las gracias a su profesor
medio somnoliento y a duras penas siguió el ritmo de su amigo. Don Aurelio se
quedó intrigado sin saber a qué se refería su alumno. Mientras recogía sus
cosas un pensamiento cruzó su cabeza “después el raro soy yo”.
Simplemente Glorioso!!
ResponderEliminarMuchas gracias!!
ResponderEliminarÉste lo bicheé en los borradores, a ver si pillaba lo de la fábrica. Sigo liado, la verdad, a ver si en la próxima ya me entero. Por cierto, que simpática la anécdota de Hawking.
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